Legado Bombal.
En 1926 se fundó la bodega. En 1933, la maison.
Domingo Lucas Bombal soñó con un refugio en los Andes donde la hospitalidad, el arte y el vino vivieran juntos.
Hoy, ese sueño respira en cada rincón.
La historia no se cuenta: se encarna.
Domingo Bombal Ugarte
Figura central del siglo XIX mendocino, fue gobernador en once mandatos entre 1863 y 1890. Modernizador y resiliente, vivió la tragedia del terremoto de 1861, donde perdió a su esposa Nemesia Videla y a sus hijas. Más adelante, se casó con Delfina Obredor, con quien dio origen a una estirpe comprometida con el desarrollo de la provincia.

Lucila Barrionuevo Pescara de Bombal
Nieta del terrateniente Toribio Barrionuevo, heredó la estancia Ancón y transformó su destino. Fundadora del Colegio Don Bosco y mecenas del Colegio Leonardo Murialdo, dedicó su vida a la educación y al trabajo rural. En 1914, junto a su esposo Pedro Bombal Obredor, fundó la bodega que daría origen a los vinos de Ancón. En 1925 fue condecorada por el Vaticano por su labor humanitaria.

Domingo Lucas Bombal
Educado en Eton y Cambridge, fue el gran impulsor de la finca moderna. En 1933 construyó el Château con materiales nobles traídos de Europa. Imaginó una finca integral: bodega, ganadería, nogales, quesos, vinos. También poseía industrias en Francia y propiedades en París. Con Katherine Harrison West tuvo dos hijas: Lucila Isabel y María Lorine.
Lucila Isabel Bombal
Culta, elegante, hospitalaria. Fue el alma del Château durante más de medio siglo. Con su acento inglés y su calidez natural, recibía con gracia a personalidades de todo el mundo. Su legado sigue vivo en cada rincón.
Jorge Bailey
(1955– ) — Hoy
Nacido en Reino Unido y formado entre Asia y Europa, Jorge Bailey desarrolló desde joven una sensibilidad singular por el arte, la cultura y la hospitalidad. Fue en una conferencia sobre Oriente, dictada por él mismo, donde conoció a Lucila Bombal. Ese encuentro marcó el comienzo de una historia compartida que los llevó a recorrer Japón, China y el Sudeste Asiático, para luego asentarse en Ancón.
Allí, Lucila lo introdujo al alma del lugar: la tierra, la gente, el silencio. Juntos renovaron el Château con foco en la hospitalidad íntima, la calidad sin ostentación y el paisaje como experiencia. La contemplación se volvió acción. La belleza, gesto.
En honor a Lucila y con fidelidad a su espíritu, Jorge reabrió el Château d’Ancón con energía renovadora. Con una mirada contemporánea, lidera hoy esta nueva etapa, donde cada detalle —desde la copa hasta la conversación— celebra el alma del lugar como parte de un universo poético y atento.

Hoy, el Château respira con su ritmo.
Su imaginación lo lleva más allá.
Seguimos haciendo lo que hicimos siempre: brindarnos.








